I
Oh dulces prendas por mí mal halladas

de fiesta o luto cuando todo ardía
juntas habitan la memoria mía
son el sol que me sueña desde el alba
Vengan a mí, sin miedo, como niños
acogidos por los brazos de una abuela
sin rostro, hecha tan sólo de jirones
de periódicos y fotografías
Ellas son el espejo en que me miro
y no me reconozco, sin dolerme
Son el aire que anima mis pulmones
y que saldrá a agitar otros parajes
con su rumor de flores
y cristales partidos
con su estela de rostros
alejándose
en la corriente del olvido
II
Miré los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, hoy desvanecidos

o más bien transparentes como bruma
no ya de piedra sino aéreo vidrio
¿Dónde el dueño que sueña lo de adentro?
¿Dónde el dueño que sueña lo de afuera?
La casa en la que vivo va conmigo
Soy la casa que habito. La que vive
la vida que por mí otros han vivido
y vivirán después cuando el espejo
no muestre el rostro que pretendo mío
sino otros rostros que son, serán, han sido
mi propio rostro, el tuyo
éste que lees
sin saber si tú mismo lo has escrito
III
Éste que ves engaño colorido
ceniza de animal sin culpa, agreste
intrascendente, inerme, transitivo
de sus nudos desnudo hasta los dientes
¿A cuál nombre responde cuando llaman
las voces que mi voz ajena arroja
sobre un cielo de vidrio indiferente
custodiado por ángeles que duermen?
Ya no escucho las voces de los otros
sino mi propia voz hecha otras voces
a través de las bocas de la gente
de miles, de millones que han venido
que vendrán o que vienen
por las calles
acercándose
tocándose los labios
para invitarme a oír
mi voz
ausente
IV
A Dafne ya los brazos le crecían
y sus muslos blancos
como el mármol de Paro
metamorfoseándose en enredaderas
subían por los postes de luz de la avenida
hasta alcanzar las bombillas con sus dedos
Ya no recuerdo si era Superman o Apolo
el sujeto que corría tras ella
para intentar salvarla del destino
de ser la perseguida
de un dios empecinado
y sordo a sus desdenes
Ay, Luisa Lane metálica
colgada

de la azotea del más alto rascacielos
de Nueva York o de Bankok
a punto de lanzarte en el vacío
para escapar del acoso de los héroes
Los mismos que te aguardan
allá abajo
con los brazos abiertos
confundidos
entre la multitud de hormigas
que se agitan
por las calles
sin rumbo definido
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