lunes, 5 de noviembre de 2007

HISTORIA DE LA 115 (AL ESTILO 115) VEINTE AÑOS DESPUÉS...
(Rodolfo Táriba)
Hablar del Grupo Literario "La 115" es tarea de arqueólogos aventureros: fue un jueves a mediados de los años ochenta cuando una manada de jóvenes dinosaurios de la UCV, automarginados de las izquierdas, derechas y la “cultura universitaria” de entonces, decidió en un bar-arepera de Los Chaguaramos (Caracas, D.F.) reunirse semanalmente a libar y hablar de literatura, en forma algo empírica. Apenas nos recuperábamos del Viernes Negro, todavía no había ocurrido el Caracazo, y ya sufríamos la crisis económica, política y cultural de los noventa, entre el fin de la Guerra Fria, el ocaso de la Venezuela Saudita y de la Cuarta República. En fin: nadie les paraba bola, ya que la 115 no era un grupo literario como Sardio y la República del Este, que habían nacido privilegiados y preñados de letrados y subsidios al calor de la incipiente y petrolífera democracia. Los modernistas, criollistas y vanguardistas eran reliquias bibliográficas a las cuales estudiaban, mas no veneraban. En cambio, fue una generación de transición fuertemente influenciada en sus vidas y primeras obras por los Beatnicks, como Kerouac y Ginsberg; por Bukowsky, y por el maestro Orlando Araujo, a quien aún rinden memoria eventualmente. Más tarde, a medida que avanzaban académicamente y en lecturas, los nuevos goliardos; rudos, mundanos y realistas, dueños del Boulevard, de La Candelaria y otros sitios emblemáticos caraqueños, enterraron a la mayoría de sus antiguos tótems y se dedicaron a leer a Joyce, a Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Dos Passos, tratando tal vez de convertirse en una nueva “generación perdida”. Una académica merideña, cuyo nombre quedará en los anales de la ULA y olvidado en nuestros viejos cuadernos, los bautizó como postmodernistas finiseculares (???). Pero en realidad fueron en la década de los noventa lo que uno de sus acólitos denominó como Yippies, (es decir, ni hippies, ni yuppies). El año 1993 fue el principio del fin, y a la vez la re-génesis: en fin, una sociedad de poetas, narradores y ensayistas vivos. La escritura madura dio sus primeros frutos en premios y obras publicadas, y como los apóstoles bíblicos, con sus títulos, premios, libros y sueños bajo el brazo, cada quien tomó su propio camino a predicar en otros lares, algunos muy, muy lejos, como Lázaro Silva, quien resucitó como microcuentista (fuertemente influenciado por el argentino Raúl Brasca), psicólogo, y cultivador de bonsais en protolenguaje y fumador de memorias. Lo mismo hizo Gustavo Fernández, que emulando al hijo pródigo regresó a casa bajo La corriente nocturna, después de haberlo dado de baja como desaparecido en acción. Durante ese mismo período, de encuentros y desencuentros (y una que otra pelea callejera) Carlos Torres plasmó a esa generación 80-90 en su Confesión en la 115, y honró a sus ancestros en el ensayo Hemingway y la generación perdida; Álvaro Trujillo retrató la ciudad y la noche bajo los vapores etílicos de un Gin y Complaciendo Peticiones, y Rodolfo Táriba, desde su exilio zuliano, puso Un niple, la lluvia y tú en el Night Club Caribbean Show, 1:00 a.m. Veinte años después, y con una antología en preparación, la 115 en pleno decidió publicar este blog para acallar los rumores de separación, divismo, pugnas internas, fallecimiento de algunos de sus miembros (aunque a Carlos y al Rodo casi los matan juntos en el 2003, y escaparon milagrosamente de una jauría malandresca), y otros infundios insanos propagados por nuestros detractores (entre ellos, algunos de los ex-aspirantes a militantes de tan prestigioso grupo) Pues NO! WE ARE ALIVE!!! (como los sobrevivientes de Los Andes) todavía leyendo, bebiendo, escribiendo, discutiendo, jodiendo (así sea por chat) con el bisturí rojo afilado como en tiempos antañones, y sobre todo haciendo honor de nuevo a lo que fue nuestro olvidado lema: "ESCRITORES ANTES QUE NADA, Y A PESAR DE TODO..."

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