viernes, 28 de agosto de 2020

 


El Camino de Santiago, 

más que una peregrinación espiritual.

Por Carlos Torres Bastidas

       Cuando pensamos en hacer una peregrinación, vienen a nuestra mente imágenes de santos, de iglesias, de conventos y seminarios. Y cuando nos enfrentamos con esta experiencia, podemos notar y experimentar otras sensaciones y sentimientos.  En un principio de la vida, comencé buscando la aprobación de los demás. Principalmente de mis padres, luego de mis amigos y  finalmente de mis ex-esposas. Gracias a la práctica del budismo y de la Soka Gakkai de Venezuela, he comenzado a practicar, orando y recitando el mantra: Nam miojo rengue kio. Y mi vida ha dado un vuelco total, en especial a nivel espiritual. Me gusta mucho la filosofía budista, y su fin último: Ser felices a pesar de todas las circunstancias. Sin embargo, me hacía falta un encuentro conmigo mismo, y fue allí que en un momento dado, caminando en el Laguito del Círculo Militar, cuando se me ocurrió hacer el Camino de Santiago de Compostela.

   En primer lugar se plantea un encuentro interno, con tu vida, con tus experiencias, y cada paso que damos, acompañado de un bordón, de una mochila, tus zapatos de caminar, poca ropa, y en mi caso un libro: La Biblia. Cada paso que damos va marcando un ritmo en nuestro interior. Comienzan a aflorar imágenes, recuerdos de nuestra vida y memoria más remota: Se conjugan el pasado con el presente, se perfila lo que tal vez termine siendo nuestro futuro. El camino se presenta como una experiencia única e intransferible de crecimiento físico, mental y espiritual.

   No todos estamos preparados para alcanzar esa meta, ese sendero en el cual nos embarcamos y que se convierte en una metáfora  de nuestra vida. Nada nos garantiza el éxito cuando comenzamos con esta experiencia mística. Muchas personas pueden abandonar, preguntarse qué están haciendo tan lejos de su hogar, de su familia, de sus hijos, de la mujer que aman, de sus raíces. Y muchos renuncian, pueden sufrir accidentes, y en algunos casos hasta perder la vida.

  Se deben superar muchas barreras y obstáculos físicos, cansancio, ampollas, dolor. Sólo hace falta para iniciarlo, humildad y valor. Esta humildad no es para humillarnos, y nuestro valor lo mediremos nosotros mismos.

     Según cuenta la leyenda, Santiago, uno de los apóstoles, una vez muerto Jesucristo, con una profunda alma de peregrino, se encaminó por los caminos de Dios, hacia España, hacia el Finisterre. Santiago se dedicó a evangelizar a los paganos habitantes de la península por muchos años. Luego de cumplir con su trabajo por esas tierras, Santiago vuelve a Palestina, donde es capturado y ejecutado por orden de Herodes Agripa. Sus discípulos roban su cuerpo y se embarcan en una pequeña balsa.

   Siete siglos y setenta años después, una lluvia de estrellas revelan a los cristianos, el lugar donde se encuentran los restos de su santo patrono. Y se cree fervientemente, que esos restos, son los que se encuentran en el arca que está bajo el altar mayor en la Catedral de Santiago de Compostela.

   La motivación más importante, es que la persona que va a emprender el viaje, ya sea mental, espiritual o físicamente, esté dispuesto a renunciar temporalmente a los bienes y las ataduras que le retienen habitualmente.

   Es necesario que antes de emprender el Camino, el caminante ya se haya convertido en peregrino. No sabemos qué impulsa a una persona, a someterse  a esta prueba trascendental en su vida. Qué puede llevarlo por caminos y tierras desconocidas e insospechadas, andar por muchos kilómetros, en completa soledad, algunas veces acompañado por amigos de ruta, que pueden estar junto a ti por varios días, o semanas, y luego desaparecer, para no saber de ellos nunca más. Tal como sucede en la vida.

   Lo que sí podemos decir, es que tras esta peregrinación, nuestra vida cambiará profundamente. Y pasaremos a ser otra persona, demostraremos a nosotros mismos, y a los demás que este esfuerzo de caminar por trechos tan largos, con sol, con lluvia, de madrugada, de noche, es realmente valioso. Que fue importante conocer esos sitios y personas de fe inquebrantable, que lograste conocer mientras ibas dejando tu huella en el sendero y en sus vidas.

Símbolos del Camino. Acciones y contemplaciones

   ¿Desde dónde se parte? Dicen que una vez que sales de su casa, y en mi caso fue desde Caracas, vía Frankfurt. Luego de haber entrenado por meses en el Laguito del Círculo Militar, donde caminaba diariamente por 3 o 4 horas, donde como buen budista hacia daimoku, es decir recitar el mantra Nam miojo rengue kio, y continuar con fe, a que lograría alcanzar esa meta. Desde Alemania tomé un autobús que recorrió parte de Francia, hasta finalmente llegar a la ciudad de Burgos, para iniciar desde allí la caminata.

   En Burgos pude adquirir varios símbolos y objetos, necesarios para continuar con la peregrinación. Compré un bordón, un excelente y fuerte compañero para las etapas más duras del camino. Una concha, que es el símbolo por excelencia del peregrino, y es una señal que nos permite identificar a otras personas, que están haciendo el camino. Luego adquirí en la Catedral de Burgos, una credencial de peregrino, que te permite buscar alojamiento en los albergues privados o municipales, y finalmente obtener la Compostela. Esa credencial debía ser sellada en todos los lugares y albergues, que permitan demostrar en la Catedral de Santiago, que se cumplió cabalmente con la peregrinación.

   Cuando vemos ese pasaporte, vienen a nuestra memoria, infinidad de lugares hermosos, paisajes y personas con las que nos encontramos en la ruta. Las iglesias donde sellar: Sarria, Portomarín, Palas de Rei, Furelos, Melide, Boente, Arzúa, Santa Irene, Pedrouzo, Monte do Gozo, y finalmente Santiago de Compostela.

     Para la concesión de la Compostela por parte de la S.I. Catedral de Santiago, se aceptan los requisitos que esta tenga establecidos, destacando en cualquier caso, que la Compostela es un documentos que se otorga cuando la peregrinación se hace con carácter religioso y se realiza por lo menos los 100 últimos kilómetros a pie o a caballo ó 200 en bicicleta. Es entonces cuando vemos con orgullo nuestro pasaporte y la Compostela que obtuvimos, y nos damos cuenta de la grandiosa e importante tarea realizada.

   El aprendizaje que obtenemos, es que nada es imposible para el que se propone una meta, y tiene fe en alcanzarla, que mucha gente que conocemos y que puede ser por un breve momento, o para siempre, son importantes porque dejaron una marca en tu vida.

     Dicen que la Compostela, que es el pergamino en latín que obtenemos al finalizar el Camino, es el perdón de todos nuestros pecados hasta el momento, por la iglesia católica. Sin embargo para mí es un valioso recuerdo, de una hazaña espiritual, y la muestra de haber cumplido con esa meta.

   Para mí fue un encuentro conmigo mismo, de más de 500 kilómetros a pie, y la posibilidad de conectar con mi energía interna y aprender básicamente, qué cosas son realmente importantes en nuestra vida. Y que nuestro paso por este mundo es efímero, temporal y breve. Que tal como decimos los budistas, el apego a personas y objetos, es la causa de todos nuestros sufrimientos. Y que hemos venido a esta vida para ser felices.

   Muchas personas hacen la promesa de continuar peregrinando año tras año, hasta alcanzar aquello que se han propuesto, o por agradecimiento por haber podido recuperar la salud, o una relación, o aquello que con fe fue solicitado al Apóstol. Ya que esa fuerza interna tan poderosa, que inspira a muchas personas para luchar contra una enfermedad como el cáncer, o el luchar por mantener una relación marital, o alcanzar la felicidad, la prosperidad, el amor de tu familia, rescatar un negocio, y tantas cosas que agobian de una manera u otra a todos aquellos que hacen ese acto de fe, y muchas veces lo alcanzan contra todo pronóstico.

   ¿Por qué entonces, es tan importante para una persona cumplir con esa peregrinación? Es la conexión indudablemente, entre la vida terrenal, y esa vida mística, de encuentro con lo divino y lo sobrenatural. Es esa fuerza que impulsa, que nos revitaliza y nos permite poder sentir el aliento diario para continuar, la conexión con Dios, o con un santo, ejemplo de peregrinaje y renunciación, de fe y de apostolado, en su clara adhesión e imitación de Cristo; el Apóstol Santiago.

Breve reflexión post camino

   Actualmente trato de dedicarme realmente a lo que para mí es importante. Es decir, la lectura, dedicar más tiempo a escribir, y poder alcanzar mi sueño, convertirme en un escritor de best sellers, y profesor universitario. Me lo he propuesto como metas, y dedico ahora la mayor parte de mi tiempo a lo que me gusta. La literatura y la práctica del deporte, además de la propagación del budismo. Lo que hace que me concentre más en lo importante, y baje la intensidad con las cosas urgentes, que aunque se que deben resolverse, pues les doy la importancia que merecen. He logrado gracias al Camino de Santiago, establecer estos valores en mi vida, y busco aplicarlos diariamente:

 l)  La gratitud: Cada amanecer doy gracias a Dios y al universo por todas las experiencias que se presentan en mi vida, por mi buena salud, por mi prosperidad y felicidad.

2) La perseverancia: Me gusta mucho ser perseverante, y continuar hasta alcanzar mis metas, graduarme en la universidad, terminar lo que inicio, y ser constante con cualquier actividad que inicio en mi vida.

3) La paciencia. Tengo ese valor gracias a Dios, y generalmente gracias a mi paciencia he alcanzado cosas, metas, y ver el fruto de situaciones que requerían esperar. Tengo un lema: No desesperar, lo que va a ser será.

 

 

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