Por Carlos Torres Bastidas
Alejandro comenzó a correr entre otras
cosas, porque ya tenía cuarenta años, porque se lo ordenó la doctora Eloina de
La Hoz, que está bien buena por cierto,
también porque quería imitar a Murakami,
porque tenía una guerra a muerte con el sobrepeso, porque los domingos eran muy
aburridos, además porque tenía que dejar de beber tanto. Hizo un primer intento
con la natación, pero el agua siempre está muy fría y se estaba resfriando a
cada rato. Tenía además que terminar de criar a su hija de tres años, pagar la
universidad de la mayor, y publicar aquella novela que escribió hace dos
décadas y no había logrado publicar, demasiadas groserías Alejandro. El
manuscrito se había perdido en manos de una amante, experta en biomedicina que
trabajaba con el Dr. Jacinto Convit,
quien es el único que la ha leído y que
está vivo. El sol estaba
calentando al igual que los músculos de sus piernas. Las dos primeras vueltas
son las más importantes, aquí en Los
Próceres el circuito es casi perfecto, 1.300 metros según El Muta, quien es
un verdadero deportista y hombre de familia, me gustaría ser como él, ya que
fue futbolista, tiene igual que yo dos hijas, corre todos los días, nada cinco
piscinas, y a pesar de sus 50 años se mantiene en excelente forma, su esposa
está delgada y tiene un clínica odontológica,
sobre todas las cosas es un tipo muy popular, tiene muchos amigos a
quien les prepara parrilla todos los domingos. Es un carajo arrecho, de eso no
hay duda, continuó Alejandro cuyo sudor ya había comenzado a correr con gran
esfuerzo del cuello a la espalda. Hace
tiempo este circuito estaba muy abandonado, sin embargo El Muta nunca dejaba de
venir. Alejandro siempre buscaba un pretexto para quedarse sentado en la barra
de algún restaurante chino, donde las cervezas siempre estaban heladas y la
lejana compañía de un televisor mudo, con algún anónimo partido de futbol, lo
acompañaba en esas tardes de domingo que siempre son una verdadera
ladilla. Alejandro entró en calor,
aunque más le gustaría estar metido en la piscina del Círculo Militar con Sandy
Bullock, de la que siempre ha estado enamorado y más ahora, que se separó de
ese repulsivo tipo tatuado que le pegó cacho y que prefiere acostarse con
bailarinas y actrices porno. Al igual que a Murakami le gustaba mucho escuchar
música de los ochenta, mientras corría: Michael Jackson, Madonna, Los Bee Gees,
George Michael, y que le ayudan a mantener el ritmo de cada paso. Ahora sentía
la espalda sudada. Prefería hidratarse al terminar las ocho vueltas del circuito,
siempre lo terminaba en dos horas. Si su cálculo era correcto, cada vuelta se
daba en quince minutos, si daba ocho vueltas corría 10.400 Kmts, un buen
promedio según El Muta. Esa mañana de
domingo se encontró con su amigo, no venía corriendo a la contraria de todos
como siempre, sino que daba pasos lentos y venía cabizbajo. En ese momento se
detuvo el coro de “Stayin alive”.
Alejandro se quitó los audífonos para saludar a su amigo el corredor. “Hola
hermano, ¿cómo está todo? ¿Y las niñas?”. “Bien, bueno más o menos”, “¿Y tu
mujer?”. “Se fue”. Alejandro paró en seco: “¿Y esa vaina?”, “Conoció a un tipo
soltero, que fuma que jode, bebe caña, juega caballos y es más joven que
ella.”, “¡Coño!”, “Así son las vainas hermano” concluyó El Muta con resignación.
En
ese momento Alejandro quiso reanudar la carrera, pero vino a su mente la imagen
de la hermosa mujer rubia que conoció en el supermercado, sacó el Blackberry y
marcó su número.
Cs,
28-08-2020.
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