viernes, 28 de agosto de 2020

 


El corredor

Por Carlos Torres Bastidas

     Alejandro comenzó a correr entre otras cosas, porque ya tenía cuarenta años, porque se lo ordenó la doctora Eloina de La Hoz, que está  bien buena por cierto, también porque quería imitar a  Murakami, porque tenía una guerra a muerte con el sobrepeso, porque los domingos eran muy aburridos, además porque tenía que dejar de beber tanto. Hizo un primer intento con la natación, pero el agua siempre está muy fría y se estaba resfriando a cada rato. Tenía además que terminar de criar a su hija de tres años, pagar la universidad de la mayor, y publicar aquella novela que escribió hace dos décadas y no había logrado publicar, demasiadas groserías Alejandro. El manuscrito se había perdido en manos de una amante, experta en biomedicina que trabajaba con el Dr. Jacinto Convit,  quien es el único que la ha leído y que  está vivo.  El sol estaba calentando al igual que los músculos de sus piernas. Las dos primeras vueltas son las más importantes, aquí en Los Próceres el circuito es casi perfecto, 1.300 metros según El Muta, quien es un verdadero deportista y hombre de familia, me gustaría ser como él, ya que fue futbolista, tiene igual que yo dos hijas, corre todos los días, nada cinco piscinas, y a pesar de sus 50 años se mantiene en excelente forma, su esposa está delgada y tiene un clínica odontológica,  sobre todas las cosas es un tipo muy popular, tiene muchos amigos a quien les prepara parrilla todos los domingos. Es un carajo arrecho, de eso no hay duda, continuó Alejandro cuyo sudor ya había comenzado a correr con gran esfuerzo del cuello a la espalda.  Hace tiempo este circuito estaba muy abandonado, sin embargo El Muta nunca dejaba de venir. Alejandro siempre buscaba un pretexto para quedarse sentado en la barra de algún restaurante chino, donde las cervezas siempre estaban heladas y la lejana compañía de un televisor mudo, con algún anónimo partido de futbol, lo acompañaba en esas tardes de domingo que siempre son una verdadera ladilla.  Alejandro entró en calor, aunque más le gustaría estar metido en la piscina del Círculo Militar con Sandy Bullock, de la que siempre ha estado enamorado y más ahora, que se separó de ese repulsivo tipo tatuado que le pegó cacho y que prefiere acostarse con bailarinas y actrices porno. Al igual que a Murakami le gustaba mucho escuchar música de los ochenta, mientras corría: Michael Jackson, Madonna, Los Bee Gees, George Michael, y que le ayudan a mantener el ritmo de cada paso. Ahora sentía la espalda sudada. Prefería hidratarse al terminar las ocho vueltas del circuito, siempre lo terminaba en dos horas. Si su cálculo era correcto, cada vuelta se daba en quince minutos, si daba ocho vueltas corría 10.400 Kmts, un buen promedio según  El Muta. Esa mañana de domingo se encontró con su amigo, no venía corriendo a la contraria de todos como siempre, sino que daba pasos lentos y venía cabizbajo. En ese momento se detuvo el coro de “Stayin alive”. Alejandro se quitó los audífonos para saludar a su amigo el corredor. “Hola hermano, ¿cómo está todo? ¿Y las niñas?”. “Bien, bueno más o menos”, “¿Y tu mujer?”. “Se fue”. Alejandro paró en seco: “¿Y esa vaina?”, “Conoció a un tipo soltero, que fuma que jode, bebe caña, juega caballos y es más joven que ella.”, “¡Coño!”, “Así son las vainas hermano” concluyó  El Muta con resignación.

En ese momento Alejandro quiso reanudar la carrera, pero vino a su mente la imagen de la hermosa mujer rubia que conoció en el supermercado, sacó el Blackberry y marcó su número.

Cs, 28-08-2020.

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