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lunes, 14 de septiembre de 2020
Escritores de Best Sellers III. Habla Norman Mailer.
La lección de Mailer
Por
Norman Mailer
Estilo
El estilo, por supuesto, es lo que todo buen autor joven busca adquirir. En el
acto del amor, su equivalente es la gracia. Todos lo quieren, ¿pero quién puede
encontrarlo trabajando directamente hacia la meta?
En mi caso, Advertencias a mí mismo fue
el primer libro que escribí con un estilo que pudiera llamar propio, pero no lo
empecé hasta 1958, diez años después de que se publicara Los desnudos y los muertos . En el medio habían llegado Costa bárbara y El parque de los ciervos , y no quería tener otra vez dos novelas
tan difíciles de escribir.
No sabía lo que estaba haciendo. Aparte del vértigo que ataca a cualquier
atleta, actor o joven empresario que tiene un éxito inicial enorme, yo tenía mi
propio problema particular, una preciosura: no conocía mi oficio . Los desnudos y los muertos había sido
escrito a partir de lo que podía aprender de leer a James T. Farrell y John Dos
Passos, con buenas dosis de Thomas Wolfe y Tolstoi, más tintes homeopáticos de
Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Melville y Dostoievski. Con semejante ayuda,
fue un libro que se escribió solo.
Yo sabía, sin embargo, que no era un logro literario. Había hecho un libro con
un estilo general prestado por muchas personas y no sabía lo que tenía por
decir yo mismo. Aún no había tenido suficiente de mi propia vida. Incluso
podría adelantarse la idea de que el estilo les llega a los autores jóvenes más
o menos en la época en que reconocen que la vida también está dispuesta a
herirlos. Hay algo allá afuera que no es necesariamente engañoso. Eso
explicaría por qué autores que estuvieron enfermos en la infancia casi siempre
llegan temprano en su carrera como estilistas desarrollados: Proust, Capote y
Alberto Moravia son tres ejemplos; Gide ofrece otro. Esta noción explicaría,
por cierto, el desarrollo temprano y completo del estilo de Hemingway. Tuvo,
antes de cumplir los veinte, la sensación inconfundible de estar herido, tan
cerca de la muerte que sintió que su alma se deslizaba fuera de él y después
volvía.
El joven autor promedio no está así de enfermo en la infancia ni es tan
duramente golpeado por la vida temprana. Sus pequeñas muertes sociales son
equilibradas a veces por sus pequeñas conquistas sociales. Así que escribe en
el estilo de otros mientras busca el propio, y tiende a buscar palabras más que
ritmos. En su apuro por dominar el mundo (raro es el escritor joven que no sea
un pendejo consumado), también tiende a elegir sus palabras por su precisión,
su capacidad de definir, su acción acrobática. A menudo su estilo cambia de
escena a escena, de párrafo a párrafo. Puede conocer un poco acerca de crear
atmósferas, pero la esencia de la buena escritura es que instala una atmósfera
tan intensa como la de una obra teatral y después la altera, la amplía, la
conduce hacia otra atmósfera. Cada frase, precisa o imprecisa, jactanciosa o
modesta, cuida no meter un dedo hiperactivo a través del tejido de la
atmósfera. Tampoco las frases se vuelven tan vacías de cualidad personal como
para que la prosa se hunda en el suelo de la página. Es un logro que llega por
haber pensado en la vida de uno hasta el punto en que uno la está viviendo.
Todo lo que pasa parece capaz de ofrecer su propia suma al autoconocimiento. Uno
ha llegado a una filosofía personal o ha alcanzado incluso esa rara meseta
donde está atado a su propia filosofía. En esa coyuntura, todo lo que uno
escribe proviene de la atmósfera fundamental propia.
Un desarrollo semejante debe de haberse producido en mí en los diez años
pasados entre la publicación de Los
desnudos y los muertos y el comienzo del trabajo en Advertencias a mí mismo . En todo caso, se convirtió en el libro en
el que traté de separar mi bilis espiritual legítima de mi autocompasión, y tal
vez fue la tarea continuada más dura que me había planteado. Lo que agravaba
cada problema era que también estaba tratando de dejar de fumar, y como
corolario de abandonar la nicotina, me vi lanzado al problema del estilo mismo.
En aquellos días, mi psiquis se sentía tan distinta sin cigarrillos como mi
cuerpo al pasar del aire al agua. Era como si percibiera con sentidos
distintos, y las reacciones claras se vieran embotadas. Escribiendo sin
cigarrillos, el mundo que buscaba casi nunca llegaba, no en un tiempo rápido.
En compensación, tenía garantizada una sensibilidad al ritmo de lo que escribía
y eso me ayudaba a volcar mi mano en dirección de la mejor prosa. Empecé a
aprender lo difícil que es pasar de la hegemonía de la palabra a la resonancia
del ritmo. Esto puede ser un salto más grande que un brinco a la poesía. Así, Advertencias a mí mismo fue un libro
cuya escritura me cambió la vida.
En El parque de los ciervos había
estado tratando de encontrar un estilo a través de tres borradores. El primero
había sido proustiano: no un Proust de primera categoría, desde luego. Proust
intentado. Proust fracasado. El segundo borrador estaba ubicado en algún lugar
entre la novela inglesa de costumbres y Scott Fitzgerald: no del bueno, pero en
esa dirección general. Encajaba con el material esencial. Así que aprendí cómo
el estilo repele literalmente ciertos tipos de experiencia y puede equivaler a
una esposa dominante que siempre está dispuesta a elegirte los trajes. Si un
escritor insiste en un tono específico, a pesar de todas las advertencias
internas, incluso puede limitar la variedad de experiencias que entren en el
libro.
Encontrar la manera propia de escribir es algo elusivo. Aunque por cierto ayuda
a desarrollar un estilo único, primero tienes que aprender cómo escribir. Allá
en los años cincuenta, Nelson Algren estaba dando una clase de escritura en
Chicago y me invitó a asistir. Leyó un cuento de uno de los chicos. Hemingway
de cuarta. Después, le dije a Nelson: "¿Por qué le prestaste tanta atención?
Sólo estaba copiando a Hemingway". Y Algren, que tenía diez años más que
yo y sabía mucho más, dijo: "Sabes, estos chicos están mejor si se atan a
un escritor y empiezan a imitarlo, porque aprenden mucho haciéndolo. Si son
buenos en algún sentido, tarde o temprano se librarán de la influencia. Pero
antes tienen que atarse a alguien". Eso fue útil.
Por otro lado, lleva tanto tiempo encontrar tu propia manera de escribir. Se
reduce a un conjunto de decisiones sobre qué palabra es valiosa y cuál no, en
cada frase que escribes. ...se es un elemento. Otro es la coherencia general.
Tienes escritores que son excepcionalmente talentosos pero siguen siendo lo que
yo llamaría grandes aficionados. El ejemplo más notable sería una escritora tan
dotada como Toni Morrison. Su estilo puede cambiar de un capítulo a otro: su
vigor no reside en proteger el tono. Puede escribir con belleza durante páginas
enteras, y después, al capítulo siguiente, se demora en un modo pedestre. Viola
lo que es ella en su mejor momento, su voz distintiva, esas percepciones
distintivas. [...]
El estilo es también un reflejo de la identidad. Dado un sentido firme de ti
mismo, puedes escribir en una veta coherente. Pero si tu identidad cambiara,
también cambiará tu presencia en tu prosa. Es innecesario decir que la
enfermedad, la tragedia, la frustración enorme, la propia edad están destinadas
a alterar toda noción firme de ti mismo.
Y, desde luego, el tema de uno también afectará las palabras de uno. Una voz
periodística puede meterse en el funcionamiento de unas cuantas novelas de
actualidad. Pero la verdad es que no quisieras ser Henry James para describir
la vida de Gary Gilmore. Existe el vicio de la escritura demasiado espléndida.
Para lo que Henry James quería hacer, sin embargo, su lenguaje era ideal.
Reconoció antes que ningún otro que la educada vida social, a pesar de sus
aspectos ridículos o afectados, también ofrece un espectro de pequeñas opciones
presentes en cada momento. En la vida social, una persona a menudo elige entre
tres o cuatro alternativas igualmente agradables, incluso para elegir ser un
poco más cálido o un poco más frío de lo que originariamente esperaba ser hacia
una persona dada. James tenía un sentido extraordinario de esa vibración
imprevista dentro de lo casi totalmente esperable, y creó un mundo narrativo a
partir de tal percepción, un mundo que dependía por entero de su voz única.
Es reconfortante sostener que algunos escritores importantes desarrollan un
estilo a partir de evitar sus debilidades mayores. Hemingway no era capaz de
escribir una oración larga, compleja, con buena arquitectura en la sintaxis.
Pero convirtió esa incapacidad en su habilidad personal de escribir breves
frases declarativas o largas oraciones fluidas conectadas con conjunciones.
Faulkner, por el contrario, no era capaz de escribir con sencillez, pero sus
oraciones demasiado opulentas, congestionadas, producían una atmósfera
extraordinaria. A su vez, Henry Miller rara vez podía contar bien toda una
historia. Prefería sus excursiones apartadas de la historia, y esos apartes son
lo que lo hizo excepcional.
Bestsellers
Ahora que el deseo desmesurado que había en mí por las grandes ventas se ha
asentado en expectativas más razonables, bien puedo ofrecer algunos
pensamientos posteriores sobre el tema.
Escribir un bestseller con intención consciente de hacerlo es, después de todo,
un estado mental que no deja de tener puntos de comparación con el acto de
casarse por dinero sólo para descubrir que la ausencia de amor es más costosa
de lo previsto. Cuando un supuesto y modesto escritor de bestsellers al fin se
vuelve lo bastante profesional como para escribir un libro ganador, él o ella
piensa que ha logrado una gran hazaña, al igual que un hombre desprovisto de
amor (y dinero) verá un casamiento pródigo como una unión espléndida.
Lo ideal, y cuando te pones más viejo tratas de acercarte a lo ideal, es
escribir sólo lo que te interesa. Puede resultar de interés a otros o no, pero
si tratas de dirigirte hacia el éxito, no debieras ser un escritor serio. En
cambio, harás bien en estudiar los trucos de los autores de bestsellers
constantes mientras te aseguras de mantenerte apartado de cualquier cosa que
esté bien escrita . Leer buenos
libros puede envenenar tu satisfacción por haber conseguido un bestseller. No
creo que Jackie Susann se vaya a dormir con Rainer Maria Rilke sobre la mesita
de luz.
Hoy, los grandes cuadros literarios por lo común se dejan para los novelistas
de bestsellers. Tendrán un elenco de cuarenta o cincuenta personajes, e historias
que atraviesan de cincuenta a cien años. Incluirán varias guerras mundiales,
más cambios asombrosos en las vidas de varias familias. Hacen todo eso para
mantener su libro en movimiento. Lo que caracteriza por lo común a estas
novelas es que nada hay en ellas con lo que no te hayas cruzado antes. La
mayoría de los buenos escritores tienden en estos días a trabajar sobre
panoramas más pequeños. Entonces, al menos, tienes la confianza de que lo que
estás haciendo incluye alguna verdad en cuanto ficción. Eso es razonable. Al
menos estás contribuyendo al conocimiento en vez de aumentar el barro de la
cultura. Desde luego, eso puede hacer más difícil enfocar un tema amplio. En
este momento el único gran escritor que puede manejar cuarenta o cincuenta personajes
y tres o cuatro décadas es García Márquez. Cien
años de soledad es una obra asombrosa. Logra hacerlo, pero cómo, no lo sé.
En mi novela sobre Egipto, me llevó diez páginas pasar más allá de una curva
del Nilo.
Es contraproducente pensar: voy a poner esto porque venderá ejemplares. Por lo
común, eso no funciona. Hay una integridad en el bestsellerato: es el mejor
libro que el autor es capaz de escribir en ese momento. ...l o ella cree en el
libro. Por eso es un bestseller. Stephen King era un escritor torpe y
repetitivo cuando empezó, pero los lectores de bestsellers respondieron a su
sinceridad. Eso estaba presente en cada página mal escrita. La popularidad de
la mala escritura es análoga al disfrute de la comida chatarra.
Debo decir que King ha mejorado en estilo desde que empezó. Es de esperarse que
sus lectores también, pero eso no es tan seguro.
Una estrategia del bestseller es seguir agregando ingredientes nuevos a la
historia. ¡Pero cuidado! La trama es igual que una droga. Puede estimular a un
novelista hacia hordas de energía creativa, y por cierto mantendrá a un lector
sobre la página, pero tarde o temprano, la trama presenta su factura, y
exigencias graves caen sobre el escritor. El autor que está sobrecargado de
trama a veces se ve obligado a entrar en la mente del personaje para mantener
las cosas claras.
Exactamente aquí es donde todo se empantana. La confianza de un lector en lo
que está leyendo se verá traicionada sutilmente o incluso dilapidada en caso de
que un novelista elija entrar en la mente de un personaje pero falle en
transmitir el don indispensable para que el lector pueda ahora saber más que
antes sobre el personaje. Los monólogos interiores por lo común son rutina e
insisten en contarnos lo que ya sabemos. Casi no existe una calidad garantizada
de la mente.
Por supuesto, el daño es limitado, porque las reflexiones internas de los
personajes en la mayoría de los megabestsellers son más o menos lo que uno
espera. Los lectores de megabestsellers desean poder leer y leer y leer: no
desean reflexionar sobre ninguna revelación realmente inesperada. La realidad
puede estar allá afuera, pero ése no es el motivo por el que estamos leyendo.
La corrección o edición tiende a hacer que los bestsellers se lean como más
semejantes entre sí. Por ejemplo, pocos bestsellers no sufren de una avalancha
de adjetivos. Porque cuando un escritor no puede encontrar el matiz de una
experiencia, por lo común la recarga de adjetivos. Eso le dice al lector qué
debe pensar. Esto acompaña una tendencia en las editoriales de poner el énfasis
en el entretenimiento a toda costa. Por supuesto, un cansancio penetrante
podría invadirnos debido al ritmo al cual somos entretenidos.
Mi generación literaria estaba bajo el paraguas de Maxwell Perkins: cualquiera
que se convirtiera en editor deseaba ser como él. Los editores jóvenes sentían
fidelidad hacia sus escritores. Había casamientos espirituales, por así
decirlo. Sigue siendo verdad hasta cierto punto, pero las probabilidades contra
el sostenimiento de semejante lealtad ahora son mucho más altas. El mundo
editorial de hoy dicta que un editor tiene que aportar libros que hagan dinero.
Este casi absoluto tiene que penetrar en los intersticios del pensamiento de un
editor joven. (Y en sus intestinos.) Imagino que sería difícil para la mayoría
de los editores jóvenes no empezar a presionar un poquito a sus autores para
que traten de ser más populares. Eso, desde luego, ejerce presión sobre el
vínculo.
Justo ahora el dinero inteligente apostaría contra la novela seria. Las
editoriales se están deprimiendo por el futuro de la ficción de buena calidad,
y es obvio que los directores editoriales son los que más determinan ese
futuro. Es probable que la supervivencia dependa de los editores jóvenes.
Cuando una novela seria de un desconocido se publica en estos días, por lo
común es porque algún editor joven se lo ha tomado a pecho. Por lo general, el
director editorial le sigue la corriente. De hecho, ése es el costado
caritativo del mundo editorial, y seguirá mientras los directores editoriales
mantengan alguna fe en sus editores jóvenes, que, a su vez, logren apegarse a
su coraje.
Los gerentes de librerías pueden preguntar: "¿Por qué no escribes un libro
corto?" No necesitan manifestar su motivo. Los dos sabemos. Los libros
cortos son libros delgados, y así ocupan menos espacio en las estanterías.
Ergo, las estanterías pueden rendir más ingresos por metro. Pero ¿novelas
cortas? Por desgracia, fui influido a edad temprana por Thomas Mann, quien
decía que sólo lo exhaustivo es realmente interesante. Confía en Mann para
hacer de uno un elitista encubierto.
domingo, 13 de septiembre de 2020
sábado, 12 de septiembre de 2020
Caminata virtual de 10 kilómetros en Portugal.
Nuestro compañero Carlos Torres Bastidas, participó en la corrida virtual de 10 kilómetros, organizada por Correr por prazer.com en Portugal, como parte del entrenamiento para hacer el Camino de Santiago portugués. En esta oportunidad hizo su caminata con el equipo IFIP Running.
viernes, 11 de septiembre de 2020
Escritores de Best Sellers II. Entrevista a Haruki Murakami. (cortesía de LA NACION)
Son las cuatro y media de la mañana en la célebre Waikiki Beach, pero en el mar
ya hay centenares de surfers esperando las olas perfectas que trae el amanecer.
En tierra, sin embargo, en todo el hotel Halekulani, uno de los más
tradicionales y glamorosos que dan a la emblemática playa de Hawai, hay una
sola luz prendida: la de la habitación de Haruki Murakami que, como todas las
mañanas, se levantó antes del alba para ponerse a trabajar.
Murakami, uno de los escritores japoneses más importantes e internacionalmente
aclamados de la actualidad, autor de best sellers como Kafka en la orilla
(2002), After Dark (2004), Underground (1997), Crónica del pájaro que da cuerda
al mundo (1994) y Tokio Blues (1987) entre otros, luego saldrá a correr y nadar
("Hawai es el paraíso para quienes somos triatlonistas", aclarará
horas más tarde a LA NACION);
almorzará, dormirá la siesta, escuchará jazz, traducirá clásicos contemporáneos
del inglés al japonés y estará en la cama antes de las nueve.
"Escribo cosas raras, muy raras -reconoce respecto a sus historias, que
mezclan realidad y fantasía, y que los críticos Occidentales han calificado de
posmodernas-. Pero soy una persona muy realista. No creo en nada New Age : el
horóscopo, el tarot, los sueños. Solo hago ejercicio físico, como sano, escucho
música y trabajo. Sin embargo, cuanto más serio me vuelvo en la vida real, más
extrañas son las cosas que escribo. Por eso uno de mis escritores favoritos es
Manuel Puig, con esa imaginación tan libre. Encuentro un punto en común muy
fuerte entre su literatura y la mía", comenta en un perfecto inglés, fruto
de una temprana pasión por Hemingway, Scott Fitzgerald y la literatura americana
en general, además de largas estadías en las universidades de Harvard y de
Hawai como escritor visitante.
Parte de esa seriedad implica un total rechazo a su fama en el mundo de las
letras y una total aversión a ser reconocido. "Tengo pánico a convertirme
en una celebridad y tomo todas las medidas necesarias para que eso no ocurra.
Nunca aparezco en la televisión, no voy a las fiestas -odio las fiestas-, no
doy charlas, no tengo amigos famosos, no tengo amigos escritores, no aparezco
en librerías para firmar mis libros, no uso Armani sino shorts y zapatillas
siempre, y no dejo que me saquen fotos ni suelo dar entrevistas salvo casos
como este. Como sé que las posibilidades de que tome elsubte en Buenos Aires
son bastante escasas, no me importa volverme conocido allí. Pero lo que no
quiero es que la gente me reconozca en el colectivo en Tokio o no poder ir a
las tiendas de discos viejos en Estados Unidos", dice.
Por eso, extrema precauciones: una condición de la entrevista era que se
desarrollara en la habitación de la cronista, a puertas cerradas de cualquier
huésped. Y si bien Murakami (Kioto, 1949), que tiene un estado físico
formidable y luce mucho menor que su edad, es encantador y entusiasta respecto
a las fotos (acepta posar en el balcón del cuarto a pesar de su pánico a las
alturas), es evidente su sensación de alivio cuando todo acaba y se pasa a una
charla más íntima, sin grabador.
"Nunca entiendo por qué los medios quieren saber de mí, porque la mayor
parte del tiempo no me siento nada especial -confiesa-. Puede haber cierta
magia cuando escribo, pero el resto del día soy nada más que un amante del jazz
como hay millones por ahí."
-¿Cómo fue su primer encuentro con el
jazz?
-En un cumpleaños muy especial: mis 16, cuando mis padres me regalaron una
entrada para mi primer concierto. Era 1964, y Art Blakeley y The Jazz
Messengers estaban tocando en Japón. Fue un instante que cambió mi vida, porque
jamás había escuchado música tan sorprendente, así que me volví un gran
fanático del jazz y más adelante, un escritor al cual el jazz le enseñó todo.
-También hubo un instante que cambió su
vida cuando decidió ser escritor, ¿verdad? Usted escribió su primera novela,
Hear the Wind Sing (1979), a los 30 años.
-Exactamente. Estaba en un partido de baseball en Tokio, cerveza en mano, y al
mirar al bateador pegarle a la pelota en una jugada clave y luego correr hasta
la seguridad de la segunda base, me pasó por la cabeza la idea de que yo podía
ser escritor. No se me había ocurrido antes. Con mi mujer regenteábamos un bar
de jazz y como mucho había soñado con ser músico. Pero supe que podía hacerlo,
solo que no tenía amigos con los cuales hablar de literatura ni nadie que me
enseñase a escribir, así que tuve que basarme en lo que sabía, que para
entonces era la música. Aún hoy, al sentarme frente al teclado de la
computadora, pienso que estoy ante un piano y me pongo a tocar, y ya tres
décadas después de haberme vuelto un escritor profesional, sigo aprendiendo
mucho de la escritura de la buena música. Por ejemplo, todavía tomo la
constante autorrenovación de la música de Miles Davis como modelo literario.
-¿Cómo relaciona su escritura y la
composición musical?
-El ritmo es lo más importante porque es la magia, lo que invita a la audiencia
a bailar y lo que yo quiero son lectores que bailen con mis palabras. No quiero
que entiendan mis metáforas ni el simbolismo de la obra, quiero que se sientan
como en los buenos conciertos de jazz, cuando los pies no pueden parar de
moverse bajo las butacas marcando el ritmo. Luego viene la melodía, que en
literatura es un ordenamiento apropiado de las palabras para que vayan a la par
del ritmo y la armonía. Después llega la parte que más me gusta: la libre
improvisación. Yo empiezo a escribir sin ninguna estructura, apenas con alguna
imagen o una serie de personajes que me interesan. Así como los lectores, no
puedo esperar a dar vuelta la página para saber qué pasa con esta gente que he
creado, porque no tengo idea del argumento, simplemente dejo que la historia
fluya libremente desde mi interior y me sorprendo a mí mismo. Por eso creo que
la libre improvisación es simplemente llegar a la esquina sin aliento para ver
qué hay al girar en ella, con un sentimiento de excitación que debería ser
transferido a los lectores, lo mismo que la sensación de libertad. Esto ya es
el punto final, la elevación, esa emoción que uno experimenta al completar su
interpretación y sentir que ha alcanzado un lugar nuevo y significativo, que ha
logrado mover a la audiencia del punto A al punto B, que la ha transformado y
nunca volverá a ser la misma. Es una culminación maravillosa que no puede
obtenerse de ninguna otra manera e implica que el lector o quien ha escuchado
la música ya es otra persona. Cualquier libro que logra eso se ajusta a mi definición
de un buen libro.
-¿Qué libros lograron que usted se
sintiera otra persona luego de leerlos?
-Uff, muchos, Dostoievski, Kafka, Dickens, Scott Fitzgerald, Carver, García
Márquez, Manuel Puig
-Me sorprende que Puig sea el primer
escritor argentino que menciona y no Borges, sobre todo porque varios críticos
lo han comparado con él.
-Borges es un gran escritor, pero nunca me sentí muy atraído por su trabajo.
Por supuesto, es un honor la comparación, pero creo que la imaginación de
Borges es, cómo decirlo, mucho más terrenal que la mía. En cambio, con Manuel
Puig me siento muy identificado, tenemos una imaginación más posmoderna o
contemporánea supongo. En los años 80 me la pasaba leyendo a Manuel Puig. La
traición de Rita Hayworth la debo de haber leído infinidad de veces. Me gusta
mucho la imaginación de Puig, tan libre que le permitió sobrevivir a pesar de
ser una persona muy sensible y solitaria, que sufrió mucho. Encuentro un punto
en común muy fuerte entre su literatura y la mía: el tema de la soledad. Como
soy un hijo único, criado entre mis discos y mis gatos, pude entender su
fascinación por el cine, porque se trata de un lugar muy íntimo donde uno puede
establecer con los personajes de la pantalla las relaciones profundas que tanto
cuesta entablar con las personas de verdad. Es uno de mis escritores favoritos
y sin duda mi preferido de la literatura argentina. En cuanto a la música, por
supuesto que el tango es muy popular en Japón y supongo que el sueño de
cualquier músico de jazz siempre va a ser el de haber podido colaborar con
Piazzolla. Pero a mí me gusta el Gato Barbieri que es a quien más escucho.
-Sí, soy fanático de la serie Lost en televisión, hasta compré la casa en Hawai donde se filmó la primera temporada; la única otra serie que recuerde que me haya gustado tanto fue Twin Peaks , de David Lynch, hace años. Estaba tan obsesionado con el programa que no podía esperar el capítulo siguiente. Yo no soy un tipo inteligente de gustos sofisticados: me gustan las buenas historias y punto. Si una buena historia está en un libro o en la televisión, para mí es lo mismo, la admiro. Pero a las cosas intelectualosas sin una buena historia detrás no las admiro, porque no tengo gustos académicos: antes de ponerme a escribir tenía un bar de jazz donde yo preparaba los sándwiches y servía los tragos hasta la madrugada. Soy un mero trabajador, que disfruta de la cultura popular, mientras que la mayor parte de los escritores son unos esnobs que ni a mí me gustan ni yo les gusto a ellos.
-¿Se inspira en la cultura popular?
-Para mí la cultura popular, incluso la más comercial, es como una gran reserva natural de donde los escritores podemos tomar infinitos temas para establecer una comunicación directa con los lectores. Si yo tomo como título de un libro el de una canción de los Beatles, como en mi novela Norwegian Wood [en castellano, Tokio Blues ]), sé que a muchos eso les va a sonar y ya así se crea algún nexo entre nosotros. A la vez, la cultura pop es como el agua, y con algo tan simple como abrir la canilla podemos tomarla para nutrirnos. Es tan imposible escapar de ella, como del aire que respiramos. Todos comemos una hamburguesa de McDonald s, miramos la televisión o escuchamos a Michael Jackson. Es algo tan natural que ni siquiera nos paramos a pensar que todo eso es cultura. Por eso, si uno escribe sobre la vida en la ciudad -sea Buenos Aires o Tokio-, no incluir estas cosas sonaría falso. Supongamos que describo a una chica cualquiera que se despierta con una canción de Madonna y se va de compras al shopping , ¿qué tiene de especial eso? ¡Nada! Y justamente yo quiero que la gente sienta que lo que escribo no es forzado. Por eso tengo que colocar referencias a la cultura popular todo el tiempo. Y además, porque me gustan los Rolling Stones, los Doors, las películas de terror, los cuentos de detectives. No es que yo quiera escribir como quienes hacen la ficción más popular en cuanto a contenido, pero sí tomar las estructuras de la cultura popular y rellenarlas con cosas mías. El resultado es que ningún escritor me quiere, ni los que escriben novelas pasatistas ni los escritores serios. Yo estoy en un punto intermedio entre ambos, haciendo algo nuevo, pero creo que voy ganando territorio, porque los otros escritores no estarán de mi lado, pero los lectores sí.
-¿Por qué hay tantos gatos en su ficción?
-Supongo que porque soy un amante de los gatos, los perros no me interesan nada. Desde chico fue así, yo era muy solitario pero en casa había gatos que me acompañaban. Siempre fueron buenos amigos para mí y yo no los considero mis mascotas sino mis pares, incluso muchas veces mis superiores. Suelen decirme a su manera que son mejores que yo, pero a mí eso no me importa, más bien tiendo a estar de acuerdo con ellos.
-Sus escenas de sexo son mucho más fuertes de lo que tradicionalmente se encuentra en la literatura japonesa contemporánea. Incluso, para muchos, usted es el escritor que mejor retrata el sexo hoy.
-Escribo las escenas de sexo porque la actividad sexual nos ayuda a abandonar por un rato el mundo exterior y entrar en nosotros mismos. Es también una forma de comunicación y a la vez es algo festivo, que implica que hubo una historia detrás. Freud sostenía que todas las actividades humanas derivan del sexo. Mi entendimiento del tema es distinto, pero sí creo que el sexo es la puerta más común para entrar en las profundidades de la mente. Hay otras puertas, como la enfermedad mental o la creación, pero el sexo es la más fácil.
-¿Y divertida?
-Supongo que sí, en la mayor parte de los casos, pero no para quien escribe acerca de eso. Cuando empecé a escribir sobre sexo, 26 años atrás, me daba una vergüenza tremenda y me sigue costando horrores, no sé dónde meterme. Tampoco podía escribir escenas de violencia, pero practiqué y fui mejorando, supongo. Para mí, escribir de sexo o de violencia es lo mismo: es un desafío que me pongo, parte de la responsabilidad de ser escritor y retratar la vida. Me lo propongo como un ejercicio, como si tuviera que desarrollar unos músculos en particular antes de una maratón.
-Se lo califica de escritor posmoderno, ¿qué quiere decir exactamente eso?
-Supongo que tiene que ver con que no me interesan nada las historias realistas, por eso amo a García Márquez o Manuel Puig. Siento que mi trabajo como escritor es entrar en lo más oscuro de mi ser, explorar las zonas más peligrosas y raras de la mente sin ningún mapa o direcciones, para sacarlas a la superficie y ponerlas sobre papel. Ahora, si uno no puede volver a la superficie, es un infierno, entonces hay que estar bajando a las profundidades más aterradoras y volviendo a subir a cada rato para no quedar atrapado dentro de uno mismo. Hay que ser un buen corredor de distancias para hacerlo, es como meterse, una vez más, en una maratón.
-De maratón usted entiende bastante, es un corredor casi profesional. ¿Cómo se vincula su entrenamiento físico con su escritura?
-En general no pienso en nada al salir a correr, como mucho, escucho música. Muy cada tanto me aparece una idea y pienso, ¡sí! Pero básicamente correr es parte de mi rutina como escritor y escribir es parte de mi rutina como corredor. Hawai es la Meca de los triatlonistas, y participé hace poco del triatlón de Honolulu. Mientras me entrenaba, durante ocho meses, escribí mi última novela, que saldrá en breve. Me levantaba a las cuatro de la mañana, tomaba un café y salía a correr por una hora, volvía y me ponía a trabajar hasta la hora del almuerzo, luego hacía una siesta y a la tarde traducía y escuchaba música para refrescar la mente. A las nueve de la noche a más tardar ya estaba en la cama. Jamás hago vida nocturna mientras escribo. Todo el último año estuve invitado por la Universidad de Hawai y avancé mucho en mi escritura, sobre todo porque a diferencia de lo que ocurre en Tokio, aquí no suena el teléfono a cada rato. La gente viene de vacaciones a Hawai: yo vengo a correr y trabajar, dos de las cosas que más me gustan, por eso la paso tan bien.
-A partir de ese momento en que está corriendo y se le ocurre una idea, ¿cómo se va formando una novela?
-En general la idea es una situación muy pequeña. Por ejemplo, en mi última novela, After Dark , arranqué con una escena en la que una chica de 19 años está en un restaurant tomando un café y leyendo y un chico de 21 se le acerca y le pregunta si su nombre es tal, ella dice que sí, y él le dice: "Te conozco". A partir de eso, sentí que podía armar toda una novela. No sabía quién era el chico ni quién era la chica, pero con esa escena llegó la confianza de que podía hacerlo. Si uno quiere escribir un libro, esa confianza es imprescindible. Yo veo mi trabajo de escritor como un oficio de paciencia, en el que solo debo esperar a que llegue esa confianza para ponerme a escribir.
-¿Y qué pasa si no llega?
-Siempre sé que va a venir, al menos, así me ha ocurrido en los últimos 25 años. Mientras tanto, siempre tengo traducciones para hacer, cuentos cortos y ensayos para escribir. A veces hasta intuyo cuándo va a llegar la inspiración. Mi última novela la empecé en las últimas Navidades, pero el verano anterior ya sabía que la haría e incluso que iba a ser muy larga. No puedo contar más porque es un secreto hasta que salga publicada en unos meses, pero insisto en que es un secreto muy gordo...
-¿Cómo sabe si un libro suyo es bueno?
-Dependo enteramente de mi mujer. Ella no escribe nada, pero es una crítica implacable. Cuando algo no le gusta, me lo dice y lo voy cambiando, en general, tres o cuatro veces hasta que me da el OK. A veces, pero muy pocas, un manuscrito le gusta tal cual se lo entregué, y entonces se lo llevo directamente al editor. Confío plenamente en ella. Además, cuando algo le gusta mucho, ¡después cocina unas cosas fantásticas para mí!
-Su trabajo de traductor no es menor. Se dice que Raymond Carver es conocido en Japón porque usted lo tradujo. Y una flamante traducción suya del Gran Gatsby colocó la novela de Scott Fitzgerald en la lista de best sellers
-Carver es un gran escritor que también hubiera llegado a ser conocido en Japón sin mi intermediación, pero reconozco que ayudé y con placer. Me gusta mucho traducir, me limpia la mente. No podría traducir a otros escritores posmodernos como yo (por ejemplo, Don DeLillo o Thomas Pynchon), ya que su propia locura chocaría con la mía. Pero Carver, Fitzgerald o Irving, grandes realistas que requieren una lectura muy precisa, son fantásticos para pasar al japonés porque, al tener que analizarlos tan de cerca, me van enseñando sus secretos.
-Como ensayista ha escrito trabajos fundamentales para entender el Japón de hoy. Underground, el libro que hizo sobre los ataques con gas en el subte de Tokio, que mataron a casi un centenar de pasajeros, resonó mucho, en especial después del once de septiembre. ¿Cómo fue ese trabajo y qué paralelos ve entre ese atentado y lo que ocurrió en EE.UU?
-Obviamente existe un fuerte paralelo entre ambas tragedias. Uno siente que la vida en la ciudad, las rutinas, se desarrollan sobre un piso firme y de repente se comprueba que no hay forma de escaparse del mundo más aterrorizador y oscuro, que uno puede estar entrando a trabajar como todos los días y de pronto la gente empieza a morir a nuestro alrededor. Es un escenario surrealista para la mayor parte de nosotros, y en el caso de Japón, yo quería realmente tratar de entender qué había pasado. Había leído todo lo que salió publicado en los diarios, pero no me era suficiente, necesitaba hablar con los sobrevivientes cara a cara y que ellos me contasen su historia. Lo sentía como parte de mi responsabilidad de escritor. Si mi habilidad es la de poner voces sobre papel, tenía que hacer que la de ellos perdurase, así que me encontré con las 64 personas, varias horas con cada uno. Fue una experiencia muy interesante. Los que colocaron el gas sarin que mató a tantas personas en teoría deberían haber sido los personajes más interesantes para un escritor. Pertenecían a un culto, de alguna manera eran idealistas en busca de un concepto más alto de Dios y la humanidad. Pero yo quedé fascinado por la gente común, sus víctimas. Eran personas con las que yo no tengo nada que ver y de quienes no podría ser amigo, gente aburrida que se mata trabajando, que vive pequeñas vidas en los suburbios. Pero me di cuenta de que podía amarlos, si no personalmente, como una fuerza, de la misma manera como un escritor ama a sus lectores. Y entonces me di cuenta también de la necesidad de escribir buenas historias. Porque, en el fondo, los miembros del culto, los terroristas, se habían creído una historia, una historia equivocada, que los llevó a matar. Yo creo que los escritores tienen la responsabilidad de llenar el mundo de historias buenas, que sirvan para acercar gente. Esto no tiene nada que ver con que esas historias contengan sexo o violencia como ingredientes. Lo que importa es que el mensaje final sea bueno para la sociedad. Las historias son demasiado poderosas como para que lo olvidemos.
martes, 8 de septiembre de 2020
Con el gran escritor Luis Britto García. Postulado al Premio Nobel de Literatura.
Por la iniciativa de "La Librería Mediática coordinada por Marialcila Matute" y "TVLecturas coordinado por Isidoro Hugo Duarte", enviaron a la Fundación Nobel y a la Academia Sueca, una propuesta para someter a consideración la postulación del escritor venezolano Luis Britto García al Premio Nobel de Literatura, Edición 2020, la iniciativa fue avalada por la profesora Minelia Villalba de Ledezma, Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua desde 2013 y otros. (Cortesía de GLOBOCOSASCOMVE)
Con mi amigo, el crítico literario y editor Carlos Sandoval.
Carlos Sandoval, crítico literario, narrador, editor, antólogo, docente-investigador. Ha recibido diferentes reconocimientos, entre estos: Premio I Bienal de Literatura Julián Padrón, mención novela corta. Entre sus publicaciones destacan: De qué va el cuento, antología del relato venezolano, propuesta para un canon del cuento venezolano del siglo XX.
lunes, 7 de septiembre de 2020
domingo, 6 de septiembre de 2020
miércoles, 2 de septiembre de 2020
Escritores de Best Sellers I
Gay Talese: El
hombre de la no ficción
Por Jhon Jairo Zambrano
Podría empezar haciendo una descripción de los que llamamos “no ficción”, pero lo que realmente interesa es el personaje conocido como el padre del Nuevo Periodismo: Gay Talese. El periodista que ha plasmado con su pluma los acontecimientos de las últimas cinco décadas, el hombre que ha influenciado a muchas generaciones de periodistas y escritores, “el reportero de los reporteros”.
Este descendiente de emigrantes
italianos, nacido en Ocean City, NJ, ha hecho a lo largo de su vida un
interesante recorrido por publicaciones de gran renombre como The New
York Times , The New Yorker , Newsweek , Esquire y
Harper's
Magazine , entre otros, y cuenta en su haber con 11 libros que se
convirtieron en bestsellers.
El trabajo que le dio reconocimiento fue un perfil de Frank Sinatra que en 1965
le encargó la revista Esquire , publicado al año siguiente y que
inmediatamente se convirtió en un éxito; éxito que redunda en el nombre de Gay
Talese hasta nuestros días.
No es fácil imaginar al periodista observando en detalle a una de las grandes estrellas de la música a nivel mundial y menos aún pensar en todo el trabajo y dedicación que implica describir, o mejor escribir, a un personaje idolatrado, endiosado, millonario y poderoso como lo fue Frank Sinatra. Pero Talese ve a las estrellas como “seres humanos que sufren y lloran como cualquiera de nosotros”. Tal vez ahí radica su secreto para escribir sobre estos personajes y descubrirlos al mundo como personas comunes y corrientes.
La sencillez del lenguaje es una de sus grandes características, el don que lo hace único y accesible sin caer en la trampa de la simplicidad. Por el contrario, es un escritor que profundiza, que indaga hasta los huesos de sus personajes, que logra descubrir al hombre detrás del ídolo y mostrárselo a sus lectores de forma singular y amena.
Frank Sinatra está resfriado es un texto agradable que le otorgó el título de padre del Nuevo Periodismo. Claro está, hay que darle crédito dentro de esa corriente a personalidades como Truman Capote y Norman Mailer, otros autores como Hunther Thompson, Joan Didion y Tom Wolfe, quienes participaron de esta tendencia al periodismo literario.
Pero la pluma inquieta de este talentoso no se quedó inmóvil. Luego vendrían obras de gran profundidad en las que trató temas controversiales, como la historia y la influencia del periódico The New York Times en El reino y el poder , la intimidad de una familia mafiosa italiana en Honrarás a tu padre y la revolución sexual que se dio en Norteamérica entre la Segunda Guerra Mundial y la era precedente al SIDA en La mujer de tu prójimo . Estos trabajos lograron tuvieron un resonante éxito en su momento y aún en la actualidad son referente académico en muchas escuelas de periodismo alrededor del mundo.
En todas sus obras se ha caracterizado por su apego a los hechos y a la verdad, es contundente al retratar cada historia y hasta podría decirse que logra hacer fotografías con su pluma. El esmero y la dedicación a cada una de sus investigaciones le ha implicado dedicar mucho tiempo de su vida a un solo tema, tanto que ha durado hasta catorce años entre una publicación y otra.
Talese dice haber pensado siempre en sus entrevistados como personajes de un cuento, o mejor, de “una pieza de teatro”. Incansable en su oficio, nunca se ha dejado vencer por las dificultades y esto lo demuestra en su más reciente libro, The writer's life, publicado el año pasado. La vida de un escritor es una obra que realza la perseverancia y la capacidad por transformar hechos y personajes comunes en historias interesantes.
A sus 75 años, mantiene la curiosidad de un niño y continúa interesándose por las historias y los detalles de cada personaje. Esos detalles, que para muchos son irrelevantes, para él son como un exquisito plato en uno de los restaurantes que tanto frecuenta. Ese gusto por la comida lo combina con la literatura en su último libro, en el que dedica la segunda parte a contar la historia de un local en que han fracasado 12 restaurantes a lo largo de 25 años. Talese logró tener acceso a sus dueños y sus personajes no visibles y construyó un capítulo tras el disciplinado seguimiento que les hizo durante más tres décadas, una reafirmación de su constancia y dedicación investigativa.
Muchos personajes han sido descritos y contados por su pluma y han quedado inmortalizados en sus libros; historias que pudieron haber sido sepultadas en el olvido de no ser por la infantil pero asidua curiosidad de este reportero de lo mundano, del escritor de la no ficción, del autor de once bestsellers: New York: A Serendipiter's Journey (1961); El puente (1964); El reino y poder (1969); Fama y Oscuridad (1970); Honrarás a tu padre (1971); La mujer de tu prójimo (1981); Unto the Sons (1992), cuyo título no ha sido traducido al español; The Literature of Reality (1995); The Gay Talese Reader (2003); New York: 365 Days (2006) y por último, la que podría llamarse su autobiografía, La vida de un escritor (2006).
Gay Talese es el hombre que cambió la forma de escribir y de describir, a un personaje, es un símbolo del periodismo que nos deja un legado a quienes dedicamos nuestras vidas al quehacer periodístico, un nombre que no se puede pasar por alto al leer la historia de esta profesión. Gay Talese el reportero, el escritor, el hombre que nos deja como enseñanza que las verdaderas historias están en los más pequeños detalles, allá donde sólo un niño es capaz de ver.
lunes, 31 de agosto de 2020
HEMINGWAY Y LA GENERACIÓN PERDIDA
domingo, 30 de agosto de 2020
El decálogo de Carlos Fuentes para el joven escritor latinoamericano
1.- Los libros no se escriben solos ni se cocinan en comité. Escribir es un
acto solitario y a veces aterrador.
2.- Leer mucho, leerlo todo vorazmente.
3.- No hay nueva creación literaria que no se sostenga sobre la creación literaria,
de la misma manera en que no hay tradición que perviva sin la savia de la
creación: no hay Lezama sin Góngora, y no hay desde ahora Góngora sin Lezama.
4.- Hay que preservar la imaginación.
5.- La realidad literaria no se limita a reflejar la realidad objetiva. La
primera añade a la segunda algo antes no estaba ahí, enriquece y potencia la
realidad primaria.
6.- La literatura tiene una relación directa con la historia. Aporta a la
ciudad la parte no escrita del mundo y se convierte en lugar de encuentro.
7.- Una vez publicada, la obra literaria deja de pertenecer al escritor y se
convierte en propiedad del lector.
8.- No se dejen seducir ni por el éxito inmediato ni por la ilusión de la
inmortalidad.
9.- El escritor tiene que asumir su posición social. Su presente le impide
sustraerse de su compromiso, no a la manera de Sartre, sino al libre compromiso
ciudadano.
10.- Lo dejo a la imaginación, la palabra y la libertad del joven escritor.
viernes, 28 de agosto de 2020
Por Carlos Torres Bastidas
Alejandro comenzó a correr entre otras
cosas, porque ya tenía cuarenta años, porque se lo ordenó la doctora Eloina de
La Hoz, que está bien buena por cierto,
también porque quería imitar a Murakami,
porque tenía una guerra a muerte con el sobrepeso, porque los domingos eran muy
aburridos, además porque tenía que dejar de beber tanto. Hizo un primer intento
con la natación, pero el agua siempre está muy fría y se estaba resfriando a
cada rato. Tenía además que terminar de criar a su hija de tres años, pagar la
universidad de la mayor, y publicar aquella novela que escribió hace dos
décadas y no había logrado publicar, demasiadas groserías Alejandro. El
manuscrito se había perdido en manos de una amante, experta en biomedicina que
trabajaba con el Dr. Jacinto Convit,
quien es el único que la ha leído y que
está vivo. El sol estaba
calentando al igual que los músculos de sus piernas. Las dos primeras vueltas
son las más importantes, aquí en Los
Próceres el circuito es casi perfecto, 1.300 metros según El Muta, quien es
un verdadero deportista y hombre de familia, me gustaría ser como él, ya que
fue futbolista, tiene igual que yo dos hijas, corre todos los días, nada cinco
piscinas, y a pesar de sus 50 años se mantiene en excelente forma, su esposa
está delgada y tiene un clínica odontológica,
sobre todas las cosas es un tipo muy popular, tiene muchos amigos a
quien les prepara parrilla todos los domingos. Es un carajo arrecho, de eso no
hay duda, continuó Alejandro cuyo sudor ya había comenzado a correr con gran
esfuerzo del cuello a la espalda. Hace
tiempo este circuito estaba muy abandonado, sin embargo El Muta nunca dejaba de
venir. Alejandro siempre buscaba un pretexto para quedarse sentado en la barra
de algún restaurante chino, donde las cervezas siempre estaban heladas y la
lejana compañía de un televisor mudo, con algún anónimo partido de futbol, lo
acompañaba en esas tardes de domingo que siempre son una verdadera
ladilla. Alejandro entró en calor,
aunque más le gustaría estar metido en la piscina del Círculo Militar con Sandy
Bullock, de la que siempre ha estado enamorado y más ahora, que se separó de
ese repulsivo tipo tatuado que le pegó cacho y que prefiere acostarse con
bailarinas y actrices porno. Al igual que a Murakami le gustaba mucho escuchar
música de los ochenta, mientras corría: Michael Jackson, Madonna, Los Bee Gees,
George Michael, y que le ayudan a mantener el ritmo de cada paso. Ahora sentía
la espalda sudada. Prefería hidratarse al terminar las ocho vueltas del circuito,
siempre lo terminaba en dos horas. Si su cálculo era correcto, cada vuelta se
daba en quince minutos, si daba ocho vueltas corría 10.400 Kmts, un buen
promedio según El Muta. Esa mañana de
domingo se encontró con su amigo, no venía corriendo a la contraria de todos
como siempre, sino que daba pasos lentos y venía cabizbajo. En ese momento se
detuvo el coro de “Stayin alive”.
Alejandro se quitó los audífonos para saludar a su amigo el corredor. “Hola
hermano, ¿cómo está todo? ¿Y las niñas?”. “Bien, bueno más o menos”, “¿Y tu
mujer?”. “Se fue”. Alejandro paró en seco: “¿Y esa vaina?”, “Conoció a un tipo
soltero, que fuma que jode, bebe caña, juega caballos y es más joven que
ella.”, “¡Coño!”, “Así son las vainas hermano” concluyó El Muta con resignación.
En
ese momento Alejandro quiso reanudar la carrera, pero vino a su mente la imagen
de la hermosa mujer rubia que conoció en el supermercado, sacó el Blackberry y
marcó su número.
Cs,
28-08-2020.
Esta mañana me encontré con mi vecino
Danilo. Venía algo demacrado, de inmediato le pregunté ¿qué fue lo que le pasó?
Su semblante estaba muy blanco, y pensé que «ese muchacho tenía que ir para la
playa».
«Anoche me robaron el carro, partieron el
vidrio trasero, y al parecer el tipo quiso sacar el reproductor MP3»
«Bueno, menos
mal que no pasó nada más»
«El vigilante
escuchó cuando rompieron el vidrio»
Es muy raro que con todo ese escándalo
nadie se hubiera dado cuenta.
«En fin…todo se
recupera menos la vida, lo que me preocupa más es que hoy tengo que casarme, y
no creo que pueda hacerlo en este estado»
Realmente vi que no estaba en condiciones
para eso. Le faltaba un brazo, del cual había quedado un muñón seco y desgarrado.
También su garganta mostraba moretones y sangre seca. Pensé que era difícil que
asista a una boda en ese lamentable estado.
«Hermano, creo que primero deberías ir al
hospital, o algo así, tu novia comprenderá»
«No lo creo, tú no sabes cómo es esa mujer
de regañona, y generalmente lo que dice, se cumple.»
Busqué al vigilante para decirle que Danilo
estaba en unas condiciones muy extrañas, pero no lo encontré. Vi la pantalla de
la computadora donde están las secciones de las diversas tomas de las cámaras
de seguridad. Por curiosidad o instinto
busqué la imagen para ver qué fue lo que le sucedió al vecino esa madrugada.
Se ve llegando a golpe de una. Abre la reja
para estacionarse. Una sombra negra se va acercando al pequeño vehículo, luego
se ve el parpadeo de la alarma del carro. No se puede ver exactamente qué fue
lo que sucedió. Se distingue al final un inmenso perro o lobo que sale con un
brazo de Danilo entre sus fauces. No
podía creer lo que veía, retrocedía una y otra vez la escena. Salgo de la
garita sin saber qué hacer o decir…
«Alejandro, ya es hora de levantarte,
llegarás tarde a la oficina» le dice su esposa que todavía bosteza.
«Está bien, está bien, quédate tranquila,
tuve una noche muy pesada»
Con mucha calma, con cierta flojera se
levantó, se duchó y se puso el traje para ir a trabajar. Tomó un café negro
amargo y bajó al estacionamiento y miró el carro de su vecino. Alarmado vio el
vidrio roto, fragmentos de vidrio por todo el estacionamiento. «Qué vaina con
esta inseguridad». Marcó el código para desbloquear el carro y meter el maletín
de la laptop. Abre la maleta y con
cierto asombro y desagrado se encuentra con un brazo desgarrado y lleno de
sangre.
El Camino de Santiago,
más que
una peregrinación espiritual.
Por Carlos Torres Bastidas
En primer lugar se plantea un encuentro
interno, con tu vida, con tus experiencias, y cada paso que damos, acompañado
de un bordón, de una mochila, tus zapatos de caminar, poca ropa, y en mi caso
un libro: La Biblia. Cada paso que damos va marcando un ritmo en nuestro
interior. Comienzan a aflorar imágenes, recuerdos de nuestra vida y memoria más
remota: Se conjugan el pasado con el presente, se perfila lo que tal vez
termine siendo nuestro futuro. El camino se presenta como una experiencia única
e intransferible de crecimiento físico, mental y espiritual.
No todos estamos preparados para alcanzar
esa meta, ese sendero en el cual nos embarcamos y que se convierte en una
metáfora de nuestra vida. Nada nos
garantiza el éxito cuando comenzamos con esta experiencia mística. Muchas
personas pueden abandonar, preguntarse qué están haciendo tan lejos de su
hogar, de su familia, de sus hijos, de la mujer que aman, de sus raíces. Y
muchos renuncian, pueden sufrir accidentes, y en algunos casos hasta perder la
vida.
Se deben superar muchas barreras y
obstáculos físicos, cansancio, ampollas, dolor. Sólo hace falta para iniciarlo,
humildad y valor. Esta humildad no es para humillarnos, y nuestro valor lo
mediremos nosotros mismos.
Según cuenta la leyenda, Santiago, uno de
los apóstoles, una vez muerto Jesucristo, con una profunda alma de peregrino,
se encaminó por los caminos de Dios, hacia España, hacia el Finisterre.
Santiago se dedicó a evangelizar a los paganos habitantes de la península por
muchos años. Luego de cumplir con su trabajo por esas tierras, Santiago vuelve
a Palestina, donde es capturado y ejecutado por orden de Herodes Agripa. Sus
discípulos roban su cuerpo y se embarcan en una pequeña balsa.
Siete siglos y setenta años después, una
lluvia de estrellas revelan a los cristianos, el lugar donde se encuentran los
restos de su santo patrono. Y se cree fervientemente, que esos restos, son los
que se encuentran en el arca que está bajo el altar mayor en la Catedral de
Santiago de Compostela.
La motivación más importante, es que la
persona que va a emprender el viaje, ya sea mental, espiritual o físicamente,
esté dispuesto a renunciar temporalmente a los bienes y las ataduras que le
retienen habitualmente.
Es necesario que antes de emprender el
Camino, el caminante ya se haya convertido en peregrino. No sabemos qué impulsa
a una persona, a someterse a esta prueba
trascendental en su vida. Qué puede llevarlo por caminos y tierras desconocidas
e insospechadas, andar por muchos kilómetros, en completa soledad, algunas
veces acompañado por amigos de ruta, que pueden estar junto a ti por varios
días, o semanas, y luego desaparecer, para no saber de ellos nunca más. Tal
como sucede en la vida.
Lo que sí podemos decir, es que tras esta
peregrinación, nuestra vida cambiará profundamente. Y pasaremos a ser otra persona,
demostraremos a nosotros mismos, y a los demás que este esfuerzo de caminar por
trechos tan largos, con sol, con lluvia, de madrugada, de noche, es realmente
valioso. Que fue importante conocer esos sitios y personas de fe
inquebrantable, que lograste conocer mientras ibas dejando tu huella en el
sendero y en sus vidas.
Símbolos del Camino. Acciones y contemplaciones
¿Desde dónde se parte? Dicen que una vez que sales de su casa, y en mi caso fue desde Caracas, vía Frankfurt. Luego de haber entrenado por meses en el Laguito del Círculo Militar, donde caminaba diariamente por 3 o 4 horas, donde como buen budista hacia daimoku, es decir recitar el mantra Nam miojo rengue kio, y continuar con fe, a que lograría alcanzar esa meta. Desde Alemania tomé un autobús que recorrió parte de Francia, hasta finalmente llegar a la ciudad de Burgos, para iniciar desde allí la caminata.
En Burgos pude adquirir varios símbolos y objetos, necesarios para continuar con la peregrinación. Compré un bordón, un excelente y fuerte compañero para las etapas más duras del camino. Una concha, que es el símbolo por excelencia del peregrino, y es una señal que nos permite identificar a otras personas, que están haciendo el camino. Luego adquirí en la Catedral de Burgos, una credencial de peregrino, que te permite buscar alojamiento en los albergues privados o municipales, y finalmente obtener la Compostela. Esa credencial debía ser sellada en todos los lugares y albergues, que permitan demostrar en la Catedral de Santiago, que se cumplió cabalmente con la peregrinación.
Cuando vemos ese pasaporte, vienen a
nuestra memoria, infinidad de lugares hermosos, paisajes y personas con las que
nos encontramos en la ruta. Las iglesias donde sellar: Sarria, Portomarín, Palas
de Rei, Furelos, Melide, Boente, Arzúa, Santa Irene, Pedrouzo, Monte do Gozo, y
finalmente Santiago de Compostela.
Para la concesión de la Compostela por parte de la S.I. Catedral de Santiago, se aceptan los requisitos que esta tenga establecidos, destacando en cualquier caso, que la Compostela es un documentos que se otorga cuando la peregrinación se hace con carácter religioso y se realiza por lo menos los 100 últimos kilómetros a pie o a caballo ó 200 en bicicleta. Es entonces cuando vemos con orgullo nuestro pasaporte y la Compostela que obtuvimos, y nos damos cuenta de la grandiosa e importante tarea realizada.
El aprendizaje que obtenemos, es que nada es imposible para el que se propone una meta, y tiene fe en alcanzarla, que mucha gente que conocemos y que puede ser por un breve momento, o para siempre, son importantes porque dejaron una marca en tu vida.
Dicen que la Compostela, que es el
pergamino en latín que obtenemos al finalizar el Camino, es el perdón de todos
nuestros pecados hasta el momento, por la iglesia católica. Sin embargo para mí
es un valioso recuerdo, de una hazaña espiritual, y la muestra de haber
cumplido con esa meta.
Para mí fue un encuentro conmigo mismo, de
más de 500 kilómetros a pie, y la posibilidad de conectar con mi energía
interna y aprender básicamente, qué cosas son realmente importantes en nuestra
vida. Y que nuestro paso por este mundo es efímero, temporal y breve. Que tal
como decimos los budistas, el apego a personas y objetos, es la causa de todos
nuestros sufrimientos. Y que hemos venido a esta vida para ser felices.
Muchas personas hacen la promesa de
continuar peregrinando año tras año, hasta alcanzar aquello que se han
propuesto, o por agradecimiento por haber podido recuperar la salud, o una
relación, o aquello que con fe fue solicitado al Apóstol. Ya que esa fuerza
interna tan poderosa, que inspira a muchas personas para luchar contra una
enfermedad como el cáncer, o el luchar por mantener una relación marital, o
alcanzar la felicidad, la prosperidad, el amor de tu familia, rescatar un
negocio, y tantas cosas que agobian de una manera u otra a todos aquellos que
hacen ese acto de fe, y muchas veces lo alcanzan contra todo pronóstico.
¿Por qué entonces, es tan importante para
una persona cumplir con esa peregrinación? Es la conexión indudablemente, entre
la vida terrenal, y esa vida mística, de encuentro con lo divino y lo
sobrenatural. Es esa fuerza que impulsa, que nos revitaliza y nos permite poder
sentir el aliento diario para continuar, la conexión con Dios, o con un santo,
ejemplo de peregrinaje y renunciación, de fe y de apostolado, en su clara
adhesión e imitación de Cristo; el Apóstol Santiago.
Breve reflexión post camino
Actualmente trato de dedicarme realmente a lo que para mí es importante. Es decir, la lectura, dedicar más tiempo a escribir, y poder alcanzar mi sueño, convertirme en un escritor de best sellers, y profesor universitario. Me lo he propuesto como metas, y dedico ahora la mayor parte de mi tiempo a lo que me gusta. La literatura y la práctica del deporte, además de la propagación del budismo. Lo que hace que me concentre más en lo importante, y baje la intensidad con las cosas urgentes, que aunque se que deben resolverse, pues les doy la importancia que merecen. He logrado gracias al Camino de Santiago, establecer estos valores en mi vida, y busco aplicarlos diariamente:
l) La gratitud: Cada amanecer doy gracias a Dios y al universo por todas las experiencias que se presentan en mi vida, por mi buena salud, por mi prosperidad y felicidad.
2)
La perseverancia: Me gusta mucho ser perseverante, y continuar hasta
alcanzar mis metas, graduarme en la universidad, terminar lo que inicio, y ser
constante con cualquier actividad que inicio en mi vida.
3)
La paciencia. Tengo ese valor gracias a Dios, y generalmente gracias a mi
paciencia he alcanzado cosas, metas, y ver el fruto de situaciones que
requerían esperar. Tengo un lema: No desesperar, lo que va a ser será.
REQUIEM PARA GUSTAVO
Lo sorprendió la muerte, haciendo lo que más quería, lo que fue su gran pasión vital, en medio de un recital poético: Hecho Terrible, pero a...

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(Caracas, D.F. 1964) Biógrafo, ensayista, novelista y poeta. Licenciado en Letras, egresado de la Universidad Central de Venezuela. Especial...
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Lo interesante de los días de fiesta, no es la celebración en sí, sino lo que hacemos cada vez que tenemos un día libre. En el...
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NO ES POLLO BORRACHO NI GALLINA SUDADA Corte los recuerdos en trozos pequeños. Ponga los buenos en una taza y guárdelos en la nev...